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amiga, avanzó satisfecho; mas cuando Tommy aguijoneó con
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la caña al astado animal, la vaca y el asno se miraron
disgustados y sorprendidos; el asno rebuznó y retrocedió en
son de protesta; la vaca bajó la testuz como disponiéndose a
embestir.
-¡Anda con ella! ¡Vamos a ver ese picador! ¡Ponle otra
vara! -exclamó Dan, preparándose también a picar sin
cabalgadura; Jack y Ned, armados de cañas, los imitaron.
La "Suiza", al verse acosada, arrancó a correr a campo
traviesa, perseguida y hostigada por los niños. Al fin el
animalito se canso y embistió contra el picador, derribando al
jumento y al jinete; después saltó la cerca, y galopando tornó
el camino hasta perderse de vista.
-¡Detenedla! ¡Detenedla! -gritó Dan, corriendo tras la
"Suiza", porque la vaca era el animal favorito de papá Bhaer,
y si le ocurría algo, sobre él recaería la culpa.
¡Cuántos saltos, gritos y carreras hubo que dar hasta
atrapar a la "Suiza"! Las cañas quedaron abandonadas; los
chicos estaban aterrados y sofocadísimos. Al fin dieron con
la vaca, que, harta de correr, se había refugiado en una huerta.
Dan le echó una cuerda al cuello y la condujo a la casa,
seguido por la torera cuadrilla, que caminaba afligida, porque
la "Suiza" iba empapada en sudor y cojeando por haberse
dislocado una pata al saltar la cerca.
-Esta vez te la has ganado, Dan -exclamó Tommy, que
llevaba del ronzal al fatigado borrico.
-Sí, por ayudarte.
-Todos hemos tenido parte, menos Medio-Brooke
-observó Jack.
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-Pero Medio-Brooke nos sugirió la idea -insinuó Ned.
-Yo dije que no debían hacerlo -sollozó Medio-Brooke
muy afligido por el daño que sufriera la "Suiza
-Sospecho que el vejete me va a poner de patitas en la
calle; pero no me importa -murmuró Dan, con tristeza.
-Le pediremos a papá Bhaer que te perdone -contestó
Medio-Brooke.
Todos estuvieron conformes en solicitar el indulto de
Dan, menos Zampa-bollos, que confiaba en que castigando a
uno solo dejasen impunes a los demás.
-No se preocupen por mí -indicó Dan.
Cuando papá Bhaer vio llegar a la vaca y se enteró de lo
ocurrido habló poco por temor de ser demasiado severo. La
"Suiza" ingreso en el establo, y allí se le practicó la primera
cura. Los niños fueron enviados a sus habitaciones hasta la
hora de comer. Durante ese lapso meditaron acerca del
castigo que les impondrían, y en especial a Dan. Este,
aparentando despreocupación, silbaba alegremente; mas en
su fuero interno sentía mayores deseos de continuar viviendo
allí, deseos que aumentaban al recordar las comodidades y el
afecto de que estaba rodeado, y en su miseria y abandono de
antes. Comprendía perfectamente lo mucho que habían
hecho por él y experimentaba gratitud, pero las asperezas de
la vida le habían hecho duro, indolente, tozudo y suspicaz.
Odiaba todas las restricciones y se rebelaba contra ellas, aun
sabiendo que eran justas. Imaginativamente vagabundeó
como en otro tiempo por la ciudad, y al pensar en lo que le
aguardaba, frunció las cejas y miró su risueño cuartito con
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expresión de pesadumbre, capaz de conmover un corazón
infinitamente más duro que el de papá Bhaer. Pero la
expresión se borró al entrar el maestro y decirle muy serio:
-Estoy al corriente de lo sucedido y sé que de nuevo has
desobedecido; por mamá Bhaer voy a concederte un plazo.
Dan se sonrojó ante aquella esperanza, pero se limitó a
exclamar.
-Ignoraba que hubiese usted prohibido la celebración de
corridas de toros.
Sin poder reprimir una sonrisa, al escuchar aquella excusa,
dijo el maestro:
-No las prohibí expresamente porque no sospeché que
aquí pudiesen celebrarse fiestas taurinas. Pero una de las
primeras y principales leyes, de las contadísimas que tenemos
establecidas, es la ley del cariño a todo ser que carece de la
facultad de hablar Deseo que personas y animales vivan a
gusto en mi casa; que nos amen, nos sirvan y confíen en
nosotros, y deseo que recíprocamente les amemos, sirvamos y
confiemos en ellos. Muchas veces me han contado que tú te
muestras más afectuoso con los animales que con las
personas, y a mamá Bhaer le agradaba mucho este rasgo tuyo,
por creerlo signo de buen corazón. Nos equivocarnos y lo
sentimos, porque aspirábamos a hacer de ti un hombrecito.
¿Podemos intentar de nuevo? ...
Dan había estado con la cabeza baja, dando vueltas al
silbato; al oír la cariñosa interrogación de papá Bhaer, levantó
la vista, y contestó con acento respetuosísimo que hasta
entonces nunca empleara:
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-Sí, señor; si ustedes quieren.
-Bueno, pues, no hay más que hablar. Queda limitado tu
castigo y el de tus compañeros a no salir de paseo hasta tanto
la pobre "Suiza" se halle restablecida.
-Sí, señor.
-Ahora baja a comer y procura conducirte lo mejor
posible, hijo mío, más por ti que por nosotros.
El señor Bhaer se alejó cambiando un. apretón de manos
con Dan, y éste bajó a sentarse a la mesa mucho más
domesticado por el cariño que si le hubieran administrado
los latigazos que la indignada Asia recomendó.
Durante un par de días Dan se moderó, pero falto de
costumbre, se cansó pronto y volvió a sus antiguas mañas.
Papá Bhaer, por asuntos particulares, tuvo que pasar un
día fuera de casa y, con tal motivo, los niños no dieron clases.
Esto les agradó y jugaron de lo lindo hasta la hora de
acostarse: casi todos se durmieron como lirones.
Cuando Dan se vio con Nat, sacó, de debajo de la cama,
una botella, un cigarro y una baraja, y dijo:
-¡Mira! Voy a pasar un buen rato, como los que he
pasado con mis amigos de la ciudad. Aquí tengo cerveza y un
cigarro que me ha vendido al fiado el vejete de la estación; tú
te encargarás de pagar por mí, y sí no que pague Tommy, que
tiene mucho dinero, porque yo no tengo un céntimo. Voy a
invitar a los compañeros.
-No les gusta beber ni fumar.
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-¡Qué saben ellos! Papá Bhaer está fuera de casa y mamá
Jo no se separa de la cuna de Teddy, que padece anginas. No
haciendo ruido, podemos velar sin que nadie se entere.
-Se enterará Asia, porque se da cuenta si la lámpara ha
estado encendida mucho rato.
-No lo sabrá; para evitar eso me he traído una linterna
sorda; no da mucha luz, pero en cambio podemos cerrarla
instantáneamente si alguien viene.
-¿Quieres que llame a Medio-Brooke?
-No, el "diácono" se escandalizaría y nos echaría un
sermón. Despierta a Tommy, sin armar ruido.
Nat obedeció y al cabo de un minuto volvió con Tommy
a medio vestir y cayéndose de sueño, pero dispuesto a
divertirse.
-Bueno, a callar; les enseñaré un juego muy bonito que se
llama "Póker" -exclamó Dan.
Los tres juerguistas sentáronse en torno de la mesa, sobre
la cual colocaron la botella, el cigarro y los naipes.
-Bueno, lo primero es beber; en seguida daremos unas
chupadas al cigarro, y después jugaremos. Así hacen los
hombres y se divierten mucho.
La cerveza circuló en un cubilete; bebieron todos, aunque
a Nat y a Tommy no les gustó el amargo brebaje; el cigarro
les agradó menos, pero no se atrevieron a confesarlo;
fumaron por turno riguroso hasta marcarse los dos novatos.
Dan, recordando los tiempos en que alternaba con gentuza,
fumó, bebió, echó bravatas y hasta se permitió jurar en voz
baja.
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-Es cosa muy fea decir " ¡Maldición! " -dijo Tommy.
-¡Rayos y truenos! No me prediques; proferir palabrotas
forma parte de la diversión.
-Pues, si quieres jurar, di "¡revienta-tórtolas!" -murmuró
Tommy, que había inventado esta exclamación y estaba
orgulloso de ella.
-Y yo diré " ¡demonio! "; suena muy bien -dijo Nat.
Dan se burló de la simpleza de sus compañeros y juró
pomposamente, mientras les enseñaba el juego de naipes.
Pero Tommy se estaba durmiendo y a Nat le habían dado
dolor de cabeza la cerveza y el tabaco, así que ninguno de
ellos aprendía la lección de juego, y los naipes se les caían de
las manos. La habitación se hallaba casi a oscuras, porque la
linterna ardía muy mal; los juerguistas no podían reír ni
hablar fuerte, ni moverse mucho, porque Silas dormía
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