[ Pobierz całość w formacie PDF ]

hasta que mi relato hubo terminado. En su rostro se pintaba el más vivo interés y la
más grande de las sorpresas. Pero nada más. Evidentemente, ella estaba tan lejos
de tener en sus manos la clave del misterio como yo mismo.
 ¿Está usted completamente seguro de que fueron esas las palabras que dijo con
respecto a mi madre?
 Completamente. Quien quiera que sea la mujer que pasé una temporada en
Cumberland, debió, indiscutiblemente, de ser tratada con gran afecto por su señora
madre, y en recuerdo de todas esas bondades, la pobre loca experimenta un sincero
afecto por todas las personas que la rodearon. Ella no ignoraba que la señora y el
señor Fairlie habían muerto, y habló de la señorita Fairlie como si la hubiese
conocido de niña.
 Pero, por lo que usted dice, esa desventurada no era de ¿verdad?
 No. Dijo que era de Hampshire.
 ¿No tiene usted idea de cuál pueda ser su nombre?
 No, ninguna.
 Es muy extraño, pero por lo que usted dice, me parece que hizo usted bien
devolviéndole la libertad, puesto que ningún acto justificaba el que se le privara de
ella. No obstante, hubiera sido para mi una alegría el que usted hubiese conseguido
saber su nombre. Hemos de averiguarlo. Creo prudente que no digamos nada de
esto ni al señor Fairlie ni a mi hermana; con toda seguridad, ellos no saben más
que yo de este asunto. Pero los dos, en muy distintos modos, son nerviosos y se
excitan demasiado. Sólo conseguiría usted excitarles y alarmarlos sin provecho
ninguno. Por lo que a mí respecta, me siento llena de curiosidad. Desde este
instante me propongo consagrar todas mis energías a descubrir este misterio.
Cuando llegó mi madre después de su segundo matrimonio, fundó la escuela del
pueblo y ésta ha subsistido tal y como ella la dejó. Pero los antiguos maestros han
muerto ya, y por ese lado nada podemos saber. De todos modos, es posible que
exista un medio.
Interrumpió nuestra conversación la llegada de un criado que me anunció
seguidamente que el señor Fairlie tendría un gran placer en recibirme después del
desayuno.
 Espere usted en el salón  dijo la señorita Halcombe, contestando por mí al
criado . En cuanto termine, se apresurara a cumplimentar al señor Fairlie . Y
continuó en cuanto, hubo desaparecido el criado : Decía que tanto mi hermana
como yo tenemos mucha correspondencia de mi madre, dirigida a nuestros
parientes. Como quiera que no tenemos, de momento, otros medios de
información, mañana volveré a leer las cartas escritas desde aquí al señor Fairlie.
Pasaba éste largas temporadas en Londres, y mi madre le escribía desde aquí todo
lo que ocurría en la aldea. Sus cartas estaban repletas de anécdotas y alusiones No
creo imposible poderle dar alguna pequeño noticia en cuanto volvamos a vernos.
La hora de la comida señor Hartright, es a las dos. Tendré entonces el gusto de
presentarle a mi hermana. Por la tarde daremos un paseo en coche y haremos que
usted admire nuestros lugares favoritos. Así, pues, hasta las dos, señor Hartright.
Y diciendo esto, me saludó con una inclinación de cabeza tan llena de adorable
familiaridad como todo cuanto había hecho o dicho. Luego desapareció por una de
las puertas laterales del comedor. Cuando se hubo marchado, dirigí mis pasos al
salón, donde hallé al criado, y éste me llevó por primera vez a presencia del señor
Fairlie.
VII
Mi acompañante me hizo subir de nuevo las escaleras, y en el mismo pasillo donde
se encontraba mi alcoba abrió una puerta inmediata a ésta y me rogó que la
cruzara.
 Mí amo me ha ordenado que le enseñe a usted su sala particular y le pregunte si
es de su gusto.
Poco contentadizo hubiera tenido yo que ser para no darme por satisfecho. La
ventana daba al mismo panorama que tan gratamente me había impresionado por la
mañana desde mi dormitorio. Los muebles eran elegantes y de buen gusto. La
mesa estaba abundantemente provista de libros lujosamente encuadernados, y de
un también lujoso recado de escribir, como así mismo de un magnífico jarrón con
frescas flores naturales. Sobre otra mesa, colocada al lado de la ventana,
encontrábanse todos los materiales necesarios para el dibujo y la acuarela. Las
paredes estaban adornadas, con cuadros de tonos claros, y el suelo, cubierto por
una alfombra fina de color maíz con adornos rojos. Era uno de los más lindos y
elegantes salones que yo había visto, y lo admiré con verdadero entusiasmo.
El criado me pareció demasiado rígido y solemne para expresar la menor
satisfacción. Se inclinó fría y ceremoniosamente cuando mis sinceros elogios se
hubieron agotado, y volviendo a abrir la puerta, me dejó paso al corredor.
Doblamos un recodo y nos adentramos por otro pasillo, a cuyo extremo se
encontraban unos escalones, deteniéndonos ante una puerta que aparecía cubierta
con una gruesa cortina de terciopelo azul. El criado levantó ésta, abrió la puerta y
me introdujo en una especie de salón. Abrió después otra puerta, levantó una
nueva cortina de seda de color verde pálido y casi murmurando dijo:
 El señor Hartright  y cerró en cuanto hube entrado.
El silencio que reinaba en la estancia era absoluto, y todo aquel lujo refinado, toda [ Pobierz całość w formacie PDF ]

  • zanotowane.pl
  • doc.pisz.pl
  • pdf.pisz.pl
  • pumaaa.xlx.pl